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Ilusionado con Galicia (Parte 1)

Vacaciones de pandemia en Galicia, disfrutando de la pesca submarina. Una historia de Aketza Alvarado.

Este año, con del dichoso tema del Covid, fuimos a unas “vacaciones” familiares a la zona de la Mariña Lucense, en el bonito pueblo de Foz, buscando tranquilidad y menos aglomeraciones y, ya de paso, aprovechar alguna mañana para meterme a pescar de infantería en una zona de Galicia que había visitado pero nunca pescado.

Primera mañana en Foz (Galicia)

La primera mañana amanecía con un mar tranquilo en la zona de Rinlo, un pueblo espectacular y que tiene un acceso muy cómodo. Allí empecé a disfrutar del fondo gallego, con aguas claras, vida y esos  fondos de laminaria en los que siempre soñamos pescar buenos róbalos.

Disfruté mucho de la salida y empecé a acostumbrarme a pescar en la laminaria.

Róbalos pequeños de poco más de un kilo, y algún dentocillo curioso, es lo que aparecía, también un pinto espectacular pero no eran las presas que estaba buscando.

El día se saldó con cero presas pero con la felicidad de pescar en un sitio nuevo.

Segunda mañana en el pueblo de Foz

La segunda mañana fui al agua por una cala que no sé ni el nombre, pero me gustaba así que me puse el equipo y a disfrutar.

La primera parte más protegida era de un alga más pequeña y menos voluminosa con algo de laminaria. Con el agua un poco turbia, unas condiciones en las cuales me siento más cómodo. Pero desistí enseguida ya que me di cuenta que había una red de profesionales así que decidí nadar más al norte y alejarme.

Nota especial para los profesionales que se alejaban siempre mucho de mi boya, me sentí realmente respetado. Aprovechamos la ocasión para recordar que la distancia mínima entre una boya de pescador y un barco es de 50 metros.

Esta nueva parte tenía una laminaria muy alta y frondosa, era un fondo fascinante y lleno de vida. Estuve sobrevolando la laminaria tal y como me habían comentado alguna vez buenos compañeros gallegos.

La verdad es que el día se desarrolló sin muchos frutos, pero en una lengua de arena donde terminaba la laminaria me puse a hacer una espera. A nada de estar posado, salieron de la laminaria, curiosos, dos róbalos pequeños, seguidos por unos cuantos más.

La imagen era preciosa y soñaba con el róbalo grande, y allí no aparecía nada más.

Al de un rato salieron pitando, extrañado pensé “¿por qué? ¡si ni me he movido”, pero me dio por mirar para atrás, pues bien la imagen de un dentón de muy buen porte entre la laminaria fue espectacular, estaba amarillo, alguna vez los he visto y cogido de ese color aunque prácticamente siempre son “morados”.

Intenté girar el fusil y ponerlo a tiro mientras él se intentaba confundir entre la laminaria y, cuando casi lo tenía a tiro, ya no lo veía. Esta vez me ganó la partida.

Pero la jornada no había terminado así que volví poco a poco sobrevolando la laminaria. En una de estas apareció el lomo soñado, y casi en un visto y no visto hice un disparo instintivo.

Sabía que le había dado, pero no sabía si bien o mal así que intenté agarrarla, cosa que fue fácil ya que el disparo fue muy certero y dejó al róbalo prácticamente muerto en el acto y en una fracción de segundo tenía un buen róbalo en mi varilla.

Lance soñado que pasó muy rápido, pero que siempre quedará grabado en mi retina. De momento, el objetivo se había cumplido.

Al salir, había un par de pescadores de la zona que estaban a punto de meterse, hablamos un buen rato y me comentaron un par de sitios más por la zona que podían ser buenos para el resto de días.

Así que entre la pesca de ese día, las zonas nuevas por explorar los siguientes días y las previsiones de mar parecía que iban a permitir seguir pescando.

La ilusión por lo que quedaba no dejaba de crecer.