Artículo “Lubinas a la espera” publicado originalmente en el nº 136 de la Revista Pesca Submarina & Apnea
Especificaciones regionales: dónde esperarlas
Los sitios propicios en el Atlántico
¡Todos los fondos son buenos para la espera! Los desprendimientos, las barras que mezclan algas, rocas y\o arena, los secos y los ascensos, los escollos, las puntas y los cabos… ¡Si el punto es bueno para la lubina (y sobre todo si es castigado por la corriente), la espera se impone!
En el Cantábrico y el Atlántico, la corriente -directamente vinculada a las fases de la marea- desempeña un papel esencial en el comportamiento de los róbalos. Estos últimos son generalmente activos en la marea montante y en el reparo de marea alta, que aprovechan para desplazarse y alimentarse. En menor medida, el principio de la marea descendente es también interesante. Luego, al final de marea descendente y en marea baja, la corriente se vuelve generalmente débil, los róbalos tienden a reunirse en zonas de descanso (zonas de laminaria, piedras cavadas, restos de naufragios, rocas profundas, etc).
Cuando están poco activos, las lubinas responden entonces a la espera sólo si es realizada en su proximidad inmediata. El amanecer y el anochecer son horas propicias, sobre todo en verano. Pero solamente si éstas coinciden con fases favorables de la marea. Y cada vez que una alianza de pequeños peces forraje se cruza, cualquiera que sea el sitio, no desperdiciemos la oportunidad de intentar alguna espera en los alrededores inmediatos: los depredadores están a veces merodeando siguiendo sus presas.

En el Mediterráneo: una cuestión de temporada
No son las mareas, sino el ciclo de las temporadas que condiciona el comportamiento y la concentración de las lubinas en el Mediterráneo. Su temporada reina es por supuesto el invierno, compuesto de tres fases: la reunión (diciembre), la freza (en enero-febrero) y el reavituallamiento (en marzo).
En diciembre, cuando las lubinas se reagrupan con vistas a la reproducción, generalmente observamos un ascenso de peces “nuevos” un poco antes de Navidad. De color un poco verdusco, estos nuevos recién llegados probablemente vienen de zonas de aguas muertas (albuferas, desembocaduras, ríos, etc), y son poco desconfiados. Ruidos de garganta o pequeñas burbujas discretas bastan para atizar su curiosidad.
Durante la freza, a la vez curiosas y excitadas, o totalmente indiferentes, las lubinas se vuelven todavía más vulnerables. Es el instinto de reproducción que predomina, en detrimento de su instinto de supervivencia. Todas las técnicas de atracción pueden entonces revelarse rentables. El pescador debe ser respetuoso y tener una actitud ética y cuidadosa de la preservación de la especie, evitando disparar a las hembras llenas de huevas.

Al final de invierno, después de dos meses de libertinaje, las lubinas repiten una fase de alimentación y se echan a cazar en una agua enturbiada por la aportación de las aguas de los ríos. Es el momento de la espera pura, donde los ruidos leves funcionan bien.
En verano, siempre es posible hacer venir, a la espera, sonora o no, los peces solitarios o que se desplazan en pequeños grupos. Un bajo, en la corriente o un campo de posidonia constituyen puestos magníficos de espera durante la temporada estival y el otoño. Se trata de una caza oportunista, porque los puntos habituales de caza están vacíos. En invierno en cambio hay que pescar sobre zonas bien definidas: gruesos bloques huecos o cuevas tapizadas con pequeños guijarros blancos, grandes fallas salpicadas por gorgonias o baldosas anchas ventiladas por la corriente…
He aquí tantos rincones propicios donde podemos encontrar a las lubinas. Acecho, progresión sobre el fondo y espera están en el programa. Será hasta a veces necesario conjugar a estas tres técnicas en la misma acción con el fin de conseguir la captura. Todo dependerá de hecho del comportamiento de las lubinas. En resumen: en verano, la lubina le vendrá; ¡en invierno, debes ir tú a por ella!
A tener en cuenta
- Escoge bien el puesto de espera antes de encontrarte en el fondo.
- La llegada de pequeñas lubinas anuncia a veces la llegada de las grandes. Al juego del “todo o nada”, podemos escoger la opción “no me muevo”, esperando ver llegar ejemplares más grandes tranquilos por la ausencia aparente de peligro.
- No te dejes sorprender: atiende a todos los indicios precursores que te darán otros peces presentes.
- El fin de una espera no firma el fin de las tentativas sobre un puesto dado: ¡la discreción debe darse siempre!
- Cuanto más frecuentada es una zona, más desconfiado es el pez y más limitada la profundidad, y más inmóviles debemos estar.
- Un tiro fracasado es un espantapájaros excelente para los peces que posiblemente vagan por las cercanías.
- La medida mínima para la pesca de la lubina varía en función de la zona. ¡Pregunta a tu Federación sobre las limitaciones!