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Lubinas a la espera (I)

¡En la pesca submarina, los róbalos o lubinas son probablemente los peces más íntimamente vinculados a la pesca a la espera, hasta tal punto que hay quien consideraría esta técnica inventada para ellos! De gran eficacia en muchos casos, la espera es mucho más que una técnica: es también un sueño, con las esperanzas y las incertidumbres de lo que pasará… Zoom sobre el encuentro mágico entre una técnica ganadora y un pez-rey.

Artículo publicado originalmente en el nº 136 de la Revista Pesca Submarina & Apnea

Mientras que empezaba en la pesca submarina, un “veterano”, a quien encontré por casualidad de regreso de una salida a nado -vacía para mí, fructuosa para él- me explicó una cosa: “Verás, con la lubina o róbalo, es fácil. Los ves, desciendes, y te inmovilizas al fondo. Van a apartarse primero, luego a volver a rodearte. ¡Y entonces, sólo tendrás que escoger! Son los peces más curiosos.” Este pescador acababa de explicarme, a su modo, la técnica de la espera.

Pero también, su visión de otra época. ¡Aunque esta llegada franca y rápida de los róbalos a la espera es hoy un guión mucho menos frecuente que en el pasado! Si la espera sigue siendo, a pesar de todo, una técnica esencial, para conseguir un buen resultado conviene ser muy escrupuloso. En el momento de una espera, lo sabemos, el pescador, inmóvil y atento espera a que llegue alguna presa a su alcance. En el caso de la lubina, este acecho es realizado la mayoría de las veces disimulado al fondo, utilizando lo mejor posible el decorado submarino (rocas, algas, etc.) para desaparecer a los ojos de los peces, mitigar su desconfianza y suscitar su curiosidad.

Reflexión sobre la técnica

Para la pesca submarina de la lubina, la espera puede realizarse a cualquier profundidad o incluso sin descender, ni tan solo hacer una apnea: desde la superficie por encima de un campo de algas, o en la costa a lo largo de una vertiente rocosa ligeramente batida por el mar, por ejemplo. La duración del acecho es, en parte, parte del éxito, sobre todo frente a peces desconfiados, que tardarán cierto tiempo en acercarse. Pero la profundidad y la duración de la apnea siempre estarán condicionados por las capacidades físicas de
cada uno. Si vuestras capacidades os hacen estar a gusto a 10m, será poco productivo intentarlo a 15m, ya que una espera mal realizada casi nunca será exitosa: puede que veamos peces pero nos costará llevarlos a distancias cortas, donde realizar disparos…

Nuestro experto en el Mediterráneo con una lubina solitaria de 5kg,
capturada durante una espera en verano. En medio de la posidonia, se acercó curioso al fusil junto con un grupo de pececillos.

La reflexión y el conocimiento del medio son los esenciales para asegurar el éxito: ¿para qué realizar esperas inútiles a 20 m si los peces están a 5m, donde además la pesca es más fácil? También debemos reflexionar sobre nuestro posicionamiento en el fondo, así como sobre cómo pasar desapercibidos. Algunos encadenan las esperas sin pararse un instante a pensar si lo que están haciendo está bien o está teniendo algún sentido. Procediendo así, pueden ver o incluso atrapar alguna presa cuando, por casualidad, se han situado correctamente. ¡Pero qué pérdida de tiempo y de eficacia! Para perfeccionar la técnica es necesario mejorar en varios aspectos: técnica, apnea y un gran conocimiento del medio en general. Y de sus zonas de caza en particular, perfectamente tienen éxito en menos de 10 m. Estos tres factores están interrelacionados.

La espera paso a paso

En la pesca submarina, la lubina suele capturarse a profundidades que van desde 0 a 20m, aunque puede conseguirse más abajo pero cuanto más profundo, por lo general, más rara se vuelve. En esta cotas la espera se vuelve un arte, es una técnica compleja que no se reduce a descender y posarse en el fondo sino que se trata de un proceso en el que el momento de esperar es sólo una etapa más. Veamos pues detalladamente las diferentes etapas de una espera para la lubina.

El buen peso
A menos de encontrarse en profundidad determinada, el lastrado debe ser ajustado varias veces en el curso de la salida. Más aún cuando la cuestión del lastrado es la esencial en el éxito de la pesca a la espera. No hay que vacilar pues en aumentar o en retirar el plomo de su cinturón o, más práctico, de disponer de un segundo cinturón complementario (perfecto para los pequeños fondos). No olvide tampoco las opciones que ofrecen los plomos de tobillos, para pegar bien sus aletas al fondo, y la mochila de lastre, para aliviar la espalda.

¡Lastrarse poco debe ser absolutamente evitado! Por razones evidentes de seguridad, pero también por cuestiones de discreción: la llegada al fondo de un pescador dominado pasa raramente inadvertida, igual que su ascenso.

Llegada a la zona de pesca

De hecho toda espera empieza en superficie, y sobre todo si pescamos a poca profundidad. E incluso antes, la llegada al punto que queremos debe hacerse lo más discretamente posible. Si vamos con nuestra barca será recomendable abstenerse de anclar (lo que implica dejar a un baquero a bordo). Otra opción: echar el ancla en silencio, en un lugar apartado y acercarse nadando. En el Atlántico, si la corriente es fuerte, la pesca a la deriva es reina: la entrada al agua se hace por encima de la zona, y no hay más que a dejarse llevar por la corriente, ventilándose sin hacer esfuerzos, hasta llegar hasta el punto de inmersión.

En el caso de una salida a nado, desde la orilla, el aleteo debe ser lo más discreto posible, sobre todo al acercarse a la zona interesante. La boya puede dejarse fondeada antes de llegar a la zona en cuestión, con el fin de no advertir a los peces.

El descenso

Debemos privilegiar la calma por encima de la precipitación, una buena ventilación permitirá quedar lo más descansado posible. En superficie, debemos quedarnos inmóviles, o, si es necesario aletearemos discretamente para compensar una ligera corriente y mantenernos por encima de la zona. El golpe de riñón debe ser fluido y silencioso: el aleteo debe empezar sólo cuando las aletas están totalmente sumergidas, y sobre todo evitando “chocarlas” una contra la otra. Idealmente, el lastre debe ser perfecto para fluir despacio sin realizar movimientos bruscos, y terminar con una caída sin movimientos en los últimos metros. Con un lastrado perfecto, el pescador, en flotabilidad ligeramente negativa cerca del fondo, podrá estabilizarse más fácilmente y relajarse en el momento de la espera.

El fin de la bajada se hace sin aletear, dirigiéndose hacia el puesto de espera escogido. En caso de necesidad podemos alcanzarlo progresando despacio algunos metros al fondo, aleteando muy ligeramente o bien ayudándonos de la mano libre. Esta última progresión permite disociar el descenso de nuestra posición en el fondo. Atención, en esta fase debemos evitar los ruidos incontrolados del material que choca o rasca el fondo: ¡a los róbalos no les gusta!

Llegada al fondo y disimulación

Aunque, paradójicamente, también puede realizarse sobre un fondo liso o de arena, la clave de una espera fructuosa es, en la inmensa mayoría de los casos, esconderse bien en el fondo. Se trata pues de buscar estructuras propicias donde esconderse (campo de algas, rocas, restos hundidos, etc.), cerca de un punto de paso de los róbalos. Esta opción es bastante común en el Atlántico, dónde los “pasos de róbalos” son conocidos y previsibles, pero esto es más delicado en el Mediterráneo, con la excepción hecha de los períodos de freza.

El fusil puede esconderse, lo moveremos entonces sólo al último segundo, en el momento del tiro. Este método facilita la aproximación de los peces (que desconfían mucho más del fusil que de la silueta del pescador), pero vuelve más complicado el tiro. Otra opción, más habitual: desde la llegada al puesto, coloca el fusil en posición de tiro, en la dirección probable de la llegada de los peces. ¡El arma entonces es más evidente -aunque podemos esconderla parcialmente entre las algas por ejemplo-, pero el tiro será posible… ¡sin mover ni una sola pestaña!

Sobre un fondo llano, aprovechad “lo que sobresalga”: una mata de algas, una pequeña piedra… cualquier pequeña cosa puede romper la silueta del pescador. Generalmente, un posicionamiento frente a la corriente es el más pertinente. En el Atlántico, también podemos colocarnos de espaldas a la corriente, particularmente cuando la corriente es muy fuerte. Esta última posición facilita la estabilidad del pescador y de su fusil, y autoriza tiros sobre los peces que se acercan contra la corriente. Finalmente, cuando se realiza pesca submarina cerca de un sitio donde se concentran las lubinas (unos restos, una bella piedra), podemos dirigirnos directamente a este punto, con el fin de interceptar los peces cuando se dirijan hacia el pescador, mejor que ir a buscarlos en su agujero. Esto nos puede permitir varias capturas.

Una oportunidad perdida es un gran espantapájaros para los peces cercanos de la zona…

La espera

Una vez el pescador posado, aletas bien pegadas sobre el fondo, la espera comienza. ¿Inmóvil o no? Existen varias tendencias. Generalmente se suele tender a la inmovilidad total durante el acecho: movimientos incontrolados y bruscos del pescador (de la cabeza particularmente) pueden contrariar la aproximación de las lubinas. Sin embargo, sobre ciertas zonas -bajos y barras de piedra castigadas por la corriente por ejemplo- donde los peces pueden llegar de cualquier dirección, los pequeños movimientos regulares de cabeza para acechar la aproximación de los róbalos e intentar un tiro al vuelo pueden ser útiles.

¡Según los casos, arriesgar golpes de ojo a la derecha y a la izquierda puede permitir descubrir de modo precoz la llegada de los peces pero debemos saber que incluso el movimiento de los ojos pueden ahuyentar a una posible presa! Todo depende de las condiciones; a saber que cuanto más frecuentada es la zona, los peces son más desconfiados y más inmovilidad nos exigirán.

Con un tiro limpio y preciso que paraliza el pescado, se evita toda opción de perder la captura.

El tiro

El esfuerzo ha tenido su recompensa, y tenemos un róbalo que se dirige a nosotros. Atención: a partir de ahora, todo movimiento intempestivo puede hacerlo huir. Si está en nuestros criterios de talla, no esperéis, y disparad tan pronto como os sea posible, eso sí, intentando un buen disparo. Primero porque se trata de un gesto esencial en términos de ética, luego porque un tiro fatal y un pez que huye herido asustará otros peces que se encuentran posiblemente en los alrededores arruinando posibles capturas posteriores.

Si es todo un banco que viene a nuestro encuentro, que únicamente sea formado por róbalos o por una mezcla de especies (es bastante frecuente, con lisas y doradas por ejemplo), hay que concentrarse rápidamente sobre un solo pez bien colocado y que se acerque de forma franca abasteciendo así las mejores posibilidades de un tiro certero. Este punto es importante: ¡un tiro fallido es una alarma excelente para los peces que posiblemente rondan en las cercanías!

Una escena típica: lubinas paseando traquilamente junto con un
grupo de lisas. Foto: Jordi Chias

El ascenso

Tanto si hemos disparado como si no, al final de espera, el ascenso también
debe ser lo más discreto posible
. Despegue del fondo despacio.

Nada peor que una nube de sedimento levantada con algunos golpes de la aleta para poner en alerta a los peces y comprometer futuras esperas. ¡Para evitarlo es muy útil no estar sobrelastrado! Si vimos lubinas, pero sin posibilidad de dispararles, hay que repetir las esperas en los alrededores, en puestos distintos. Atención, porque sobre una zona, por lo general, las probabilidades de éxito disminuyen en el curso del tiempo, aunque no hayamos disparado.